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lunes, 28 de julio de 2025

Qué hacer con el arte de sacerdotes acusados de abusos, el caso Schollaert

 Los obispos del norte de Bélgica han decidido no volver a utilizar las canciones del sacerdote y compositor Paul Schollaert,cuyas canciones han sido muy populares durante décadas en las parroquias de habla neerlandesa. Se siguen así las recomendaciones del Consejo de Supervisión que asesora a los obispos en materia de abusos sexuales.

Schollaert, nacido en 1940 en la región de Flandes (Bélgica), cometió abusos sexuales desde la década de los setenta. Aunque fue declarado culpable, llegó a un acuerdo para mantener la confidencialidad del hecho y los abusos no se conocieron hasta su fallecimiento en 2024.

Ya en septiembre de 2024, apenas un mes después de la muerte del sacerdote, se dio un primer paso de distanciamiento de su producción artística. Durante la visita del Papa Francisco a Bélgica, estaba previsto utilizar una obra musical de Schollaert en la Misa pública del Papa. En el último momento, la obra se retiró de la programación, a pesar de los miles de folletos impresos en los que figuraba.

Un año más tarde, los obispos de la región de Flandes han anunciado oficialmente que dejarán de utilizar sus canciones: «la música de Schollaert ya no se empleará durante las celebraciones eucarísticas retransmitidas por el canal público de televisión VRT». Sus textos tampoco aparecerán en las sugerencias ni en los calendarios litúrgicos. A nivel local, sin embargo, la decisión se deja a las parroquias y el himnario «"Zingt Jubilate"», que contiene muchas de las canciones de Schollaert, seguirá utilizándose.


El Consejo de Supervisión de los obispos, que promovió esta decisión, se ocupa de las medidas que conviene tomar con los autores de delitos prescritos y con aquellos que han sido condenados y han cumplido sus condenas. En relación con Schollaert, el Consejo recomendó que dejaran de emplearse por completo las obras del compositor, recomendación que los obispos han hecho suya. En caso de que algunas parroquias o coros quisieran seguir utilizando las canciones, se recomendó a los párrocos y directores que estuvieran atentos, porque algunas personas podrían sentirse ofendidas por ese hecho y se sugirió contar siempre con alternativas para utilizarlas cuando fuera necesario.

En la práctica, cada conferencia episcopal, diócesis o congregación religiosa termina tomando las medidas que considera más oportunas, a menudo dependiendo de la intensidad de la presión pública. En Francia, se produjo el caso de André Gouzes, un sacerdote dominico y famoso compositor, considerado uno de los principales autores de himnos litúrgicos en francés. En 2022 fue acusado de abusos sexuales y violación de un menor. Por su avanzada edad y por sufrir de Alzheimer, no pudo ser juzgado y murió dos años después. La Orden Dominica colaboró plenamente con las autoridades a este respecto y los responsables del Centro Litúrgico Dominico recomendaron «firmemente que no se utilizaran las obras del P. Gouces en la liturgia». Asimismo, diversos coros importantes dejaron de utilizar sus canciones.

En España, el ejemplo más conocido es de Cesáreo Gabaráin, también sacerdote y compositor. Algunas de sus obras son conocidísimas y se cantan en todo el mundo en varios idiomas, como «Pescador de hombres» o «La muerte no es el final». Aunque las acusaciones de abusos se produjeron desde finales de los años cincuenta y dieron lugar a su traslado, no se conocieron públicamente hasta después de su muerte. El uso litúrgico de sus canciones fue prohibido en la archidiócesis de Los Ángeles y los titulares de sus derechos de autor en los Estados Unidos decidieron no volver a utilizar sus obras, pero las canciones siguen utilizándose en parroquias españolas y de otras diócesis norteamericanas.

De mayor relieve ha sido el caso del P. Rupnick, expulsado de la Compañía de Jesús en relación con terribles abusos sexuales en las décadas de los ochenta y noventa. En este caso, la obra artística de Rupnick está compuesta básicamente de mosaicos, que se han utilizado en multitud de iglesias, capillas y otros edificios eclesiásticos del mundo.

En relación con la obra de Rupnick, se han tomado medidas incoherentes, quizá como reflejo de la también incoherente y vacilante respuesta de las autoridades ante sus delitos. Sus mosaicos siguen mostrándose a los fieles en numerosos lugares, como, por ejemplo, en la capilla del Santísimo de la catedral de Madrid o el santuario de Fátima, pero han sido cubiertos por el momento en el santuario de Lourdes, al igual que en las capillas de los Caballeros de Colón norteamericanos. Digitalmente, las imágenes de su obra han ido despareciendo de los sitios webs del Vaticano, en particular de Vatican News, especialmente desde el comienzo del nuevo pontificado.

Conviene señalar, sin embargo, que el mismo Consejo de Supervisión que recomendó dejar de utilizar las canciones del P. Schollaert también considera que el tratamiento de un patrimonio intelectual y cultural debe distinguirse todo lo posible de la vida y la conducta de su autor. En efecto, a lo largo de la historia ha habido infinidad de casos de grandes artistas con vidas personales deplorables. Como ejemplo se puede citar a Benvenuto Cellini, que trabajó al servicio del Papa Clemente VII y fue autor de maravillosas obras de arte secular y religioso (como un crucifijo de marfil que se conserva en el Monasterio de El Escorial), pero tiene también en su haber varios asesinatos e innumerables riñas e intrigas, además de una vida especialmente promiscua.

¿Es posible separar completamente al autor de su obra? ¿Conviene priorizar por encima de todo el derecho de las víctimas a no sentirse ofendidas, caiga quien caiga? ¿Sería conveniente o incluso posible purgar el patrimonio de la Iglesia de todas las obras de autores personalmente inmorales? Como muestran los casos mencionados, no es fácil encontrar la respuesta correcta.

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