José Luis Martín Descalzo es un sacerdote, periodista y escritor español proveniente de una familia cristiana de cuatro hermanos. Desde joven padeció una grave enfermedad cardíaca que lo obligó a estar sometido a diálisis durante muchos años. Vivió en todo momento sin dejar de sembrar esperanza, hasta su muerte en Madrid, el 11 de Junio de 1991. A continuación les dejamos su último artículo antes de morir, una carta a Dios, una carta digna de ser compartida.
"Gracias. Con esta palabra podría concluir esta carta, Dios o, "amor mío". Porque eso es todo lo que tengo que decirte: gracias, gracias. Si desde la altura de mis cincuenta y cinco años vuelvo mi vista atrás, ¿qué encuentro sino la interminable cordillera de tu amor? No hay rincón en mi historia en el que no fulgiera tu misericordia sobre mí. No ha existido una hora en que no haya experimentado tu presencia amorosa y paternal acariciando mi alma [...] Me diste primero el ser. Esta maravilla de ser hombre. El gozo de respirar la belleza del mundo. ¿He sido acaso un hombre afortunado y fuera de lo normal? Probablemente. Pero, ¿en nombre de qué podría yo ahora fingirme un mártir de la condición humana si sé que, en definitiva, he tenido más ayudas y comprensión que dificultades?
Gracias a todo, ahora -siento un poco de vergüenza al decirlo- ni el dolor me duele, ni la amargura me amarga. No porque yo sea un valiente, sino sencillamente porque al haber aprendido desde niño a contemplar ante todo las zonas positivas de la vida y al haber asumido con normalidad las negras, resulta que, cuando éstas llegan, ya no son negras, sino solo un tanto grises. Otro amigo me escribe en estos días que podré soportar la diálisis "chapuzándome en Dios". Y a mí eso me parece un poco excesivo y melodramático. Porque o no es para tanto os es que de pequeño me "chapuzaron" ya en la presencia "normal" de Dios, y en ti me siento siempre como acorazado contra el sufrimiento. O tal vez es que el verdadero dolor aún no ha llegado.
Gracias a todo, ahora -siento un poco de vergüenza al decirlo- ni el dolor me duele, ni la amargura me amarga. No porque yo sea un valiente, sino sencillamente porque al haber aprendido desde niño a contemplar ante todo las zonas positivas de la vida y al haber asumido con normalidad las negras, resulta que, cuando éstas llegan, ya no son negras, sino solo un tanto grises. Otro amigo me escribe en estos días que podré soportar la diálisis "chapuzándome en Dios". Y a mí eso me parece un poco excesivo y melodramático. Porque o no es para tanto os es que de pequeño me "chapuzaron" ya en la presencia "normal" de Dios, y en ti me siento siempre como acorazado contra el sufrimiento. O tal vez es que el verdadero dolor aún no ha llegado.